El tiempo pasa, y la vida avanza cogida
de su mano, a un ritmo tan cadencioso como impertérrito.
Los ancianos del lugar cuentan
arrugas, algunas albergan un relato feliz, y otras esconden desdichas de las
que solo el tiempo es testigo.
El asfalto aguanta cómo puede su
imperio desmedido, enardecido por la sobredosis diaria de goma y monóxido, y cobrando
su peaje victima tras víctima.
El viento que antes corría libre
es ahora esquivo, acorralado por nuestros aires de grandeza en tonos gris y
negro.
Y los colores parecen difuminarse
a nuestros ojos cada vez más torpes, que ya no saben distinguir la belleza si
no está enmarcada en una resolución 4k.
Una descripción bastante acertada sobre la vida.
ResponderEliminarUna descripción hermosa, Alfonso.
ResponderEliminarUn abrazo.